El narrador es Vania, un joven y humilde escritor que narra los acontecimientos vividos en el último año, antes de terminar en un hospital con la muerte cercana. Su familia adoptiva, los Ikhmeniev, honrados por naturaleza, se verán inmersos en una serie de ofensas y humillaciones a raíz de la historia de amor entre su hija Natacha y Aliocha, hijo de un príncipe cuyas fincas administraba Nikolai Sergueitch Ikhmeniev, padre de Natacha. La amabilidad inicial del príncipe, toda apariencia, se convertirá con el tiempo en la más terrible maldad con tal de lograr sus objetivos. Se entrelaza con ésta la historia, también dramática, de Elena, una niña huérfana a la que el narrador rescata y de la que lentamente descubrirá sus secretos.
La novela se desarrolla principalmente en San Petersburgo y el título se adecúa perfectamente al argumento, pues nos muestra un gran cuadro de miseria y sufrimiento, de tipo coral, en el que pocos se salvan; los buenos son honrados y siempre mantienen su dignidad y los malos son viles y despreciables en grado sumo. Mientras leía el libro, muchas veces pensé que era como una especie de “culebrón”, por la suma continuada de hechos dramáticos, y supongo que así lo debieron sentir sus primeros lectores, pues además he leído que fue publicado por entregas. Además de una buena descripción psicológica de los personajes, el autor expone las grandes diferencias y desigualdades sociales de la época (siglo XIX). Es una novela entretenida que se lee bien, no tiene largas y profundas disquisiciones como sí las tiene por ejemplo “Crimen y castigo”, y la trama es absorbente. Me ha gustado y la recomiendo a todos los amantes de la literatura rusa.
hace 9 años
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