A distancias cortas, Wilde es ese pequeño rufián que te desarma con sus ocurrencias, sus chispazos de ingenio, y ese savoir vivre al runrún del placer y el encanto. Entre sus aforismos y sus obras cortas se encuentran algunas de las mejores píldoras de este Wilde juguetón, y en pocos sitios con tanto acierto y agrado como en El crimen de lord Arthur Savile. El argumento es sencillo: ¿qué hacer cuando un quiromántico predice que vas a cometer un crimen, justo cuando te vas a casar con la dama más encantadora, y tus rígidos principios morales te impiden enredar —si quiera en la más remota perspectiva— a tu futura esposa en un acto tan deleznable? Quizás, posponer la boda, y cumplir lo antes posible con el hado que forzosamente ha de venir. «Una reflexión sobre el deber», es el subtítulo de esta deliciosa novela, y con ella el primer golpe de ingenio con el que Wilde hace saltar por los aires una moral que —por su ausencia, o su excesiva presencia— planea por todo el relato. Y junto a los dilemas y frustraciones de su protagonista, el mejor Wilde: el que se desborda en diálogos plenos de ocurrencias, de frívola y encantadora superficialidad, entre oropeles, paradojas y seducción. Apenas 77 páginas, en estupenda traducción de Javier Fernández de Castro, para un rato encantador. Ay, si Wilde nos deleitara, en vivo, con su conversación... (Carlos Cruz, 27 de abril de 2015)
hace 9 años