La novela se inicia en 1902, en Viena, cuando Clarissa, que tiene 8 años, es internada en un colegio. Huérfana de madre, es hija de un alto cargo militar; honesto e íntegro, y aunque emocionalmente distante, su carácter, tenacidad y constancia, moldean la personalidad de la protagonista. Se describen sus años de formación y las primeras decisiones personales que tiene que tomar. Clarissa conocerá al profesor Silberstein, célebre neurólogo, para el que terminará trabajando. Las reflexiones y análisis de este personaje son muy interesantes y de lo que más me ha gustado.
En junio de 1914 Clarissa asiste a un congreso pedagógico en Lucerna. Allí conoce a Léonard, francés, con el que entablará una sincera amistad. Los discursos de Léonard, que apasionadamente plasma Zweig, contienen probablemente las ideas del autor, pues como se indica en la contraportada de la novela sobre esta: “es hoy considerada el testamento en el que (...) condensó los ideales humanísticos que abrazó durante toda su vida”. Entre los dos jóvenes surge una relación íntima y sencilla, en la que sin grandes dosis de pasión ambos disfrutan de los pequeños detalles. Hasta la llegada de la Gran Guerra, cuando se verán obligados a separarse.
La protagonista volverá a Viena y se alistará como enfermera, aparecerán nuevo personajes y la trama se complicará. El autor pretendía, a través de la experiencia de Clarissa, reflejar la situación del mundo entre 1902 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Pero hay que advertir al lector de que esta es una novela inacabada, y, personalmente, a pesar de saberlo, el brusco final me ha decepcionado un poco. De hecho hay una gran diferencia entre buena parte del libro, en mi opinión de una calidad excepcional, y los últimos capítulos, breves y poco detallados, y claramente simples retazos, ideas que Zweig tenía en su mente y que aún no había desarrollado.
No obstante no me arrepiento de haber leído el libro, al contrario; aunque es una lástima que no esté terminado, pues estoy segura de que hubiese sido una obra maestra en mayúscula; a excepción de los últimos capítulos, todos los anteriores son soberbios. Destacaría las descripciones de los personajes, la intensidad de algunos fragmentos, las disertaciones de Léonard, las reflexiones del profesor Silberstein... sin olvidar la evolución de Clarissa en esos pocos años que abarca la historia (apenas hasta el final de la Primera Guerra Mundial). También es interesante cómo plasma la situación social de la época, incluso se mencionan las tendencias que surgían en el campo de la pedagogía. Y todo ello sazonado con la magnífica prosa del autor.
Una novela que hay que saber que está inconclusa, pero igualmente muy recomendable.