Bajo el título “Claus y Lucas”, la húngara Agota Kristof reúne tres novelas distintas pero de imposible lectura separada. Una mujer deja a sus hijos al cuidado de su madre, una abuela despótica, en la Hungría que está a punto de ser invadida por los nazis, y las vivencias en el pueblo de los dos niños convierten la obra en su primera parte en sobrecogedora. Los dos hermanos, como una dualidad, intentan endurecerse a sí mismos para no ser devorados mentalmente por los horrores de la guerra. En la segunda de las novelas, en la que, tras la muerte de la abuela y la huida de uno de los dos hermanos ya bajo el dominio soviético, otro se queda en el pueblo sobreviviendo en su juventud, la calidad de la obra alcanza momentos épicos. Los giros argumentales, lejos de los tópicos y logrando mostrar lo peor y lo mejor de cada persona para no dejar margen al lector a que pueda catalogar moralmente a ningún personaje, convierten la novela en un hito de calidad. En la tercera parte, ya en la vejez de ambos, encontramos el fallo, por parte de la autora, de que no queda claro qué ocurrió realmente y qué estaba en la mente enferma de uno de ellos, ni qué sale de boca del narrador ni qué del cuaderno del protagonista. Pese a ese giro que desentona con el resto de la obra, “Claus y Lucas” se convierte en el ejemplo de libro desconocido durante décadas pero llamado a ser un clásico cuando se desempolva y se publica. www.antoniocanogomez.wordpress.com
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