Él no anda con ambigüedades ni misticismos ni acertijos, nada de encriptar los mensajes que quiere trasmitir, el quería hablar en este libro del cambio de costumbres en un Japón después de la bomba atómica, no solo de la guerra, sino que hacer énfasis en la tremenda humillación en tu territorio, tu gente, tu vida, una bomba atómica que se erige como la total humillación sobre tu soberanía, tus creencias. Ya la gente no fue igual, y hay quienes, como el papá de Jiro, que tratan de mantenerlas, no dejando de ser un tanto hostigosos, pero a la vez muy humildes sino humillados porque saben que su tiempo fue las enseñanzas recibidas en su tiempo fueron mentira, fueron medios de manipulación de masas, pero que aún se puede rescatar algo del respeto a los mayores, de la disciplina. También la sumisión de la mujer y su clara concepción que se puede liberar, en el personaje principal y su amiga venida a menos, la cual, ésta, incluso llega a tal punto de saberse dueña de su destino, que despliega una actuación de despreocupación total de su hija menor de 5 o 6 años que es hasta indignante. Y a la par, la sumisa y buena esposa Etsuko, que termina, al final de todo, huyendo de un Japón confuso, caótico, viviendo en un encontronazo de culturas disímiles (los “americanos” mandan), y sale huyendo a Inglaterra. Finalmente en Inglaterra la hija de su segundo matrimonio, también fallido, demuestra la total liberación de una cultura machista, retrógrada y anquilosada, tanto así que las conversaciones entre su madre y ella son tirantes hasta la irritación. El mensaje es claro: todo cambia, nada es igual, la gente y las generaciones cambian, no se puede hacer nada, para fortuna…y para desgracia. La estructura no es novedosa, y para mi gusto es confusa, sin realmente tener la necesidad de serlo, no es de esas novelas cuya línea de tiempo se fragmenta y se reestructura para dar un impacto bien planificado. Bien pudo haberse relatado en orden cronológico y la belleza y el buen texto no se hubiera perdido, pero entremezcló el pasado en Nagasaki y el futuro en Manchester innecesariamente. Y a veces confunde adrede solo para hacer lo que una novela comercial pretende: dar el impacto, con respecto a su primera hija y su desenlace. Lo bueno, es decir, en particularmente en mi búsqueda literaria había andado a la caza de un escritor que me enseñara cómo se hace, como se describe la psicología de los personajes, sus problemas, virtudes, defectos, etc., sin que el narrador entre en grandes retratos de la persona, que de un solo lo deja planteado, que de allí en adelante ya no haya más que decir, solo hablar, solo lo anecdótico donde se materializan esos problemas psicológicos, en el relato. Kazuo Ishiguro, deja que los personajes vayan mostrando lo que son, así como sucede en la vida real, cuales son sus bondades, pero también sus miserias humanas. El personaje de Sachiko, venida a menos, su deseo desbordado y casi ciego de libertad, y su relación despreocupada, casi parricida, con su hija, Mariko, la van construyendo poco a poco a lo largo de toda la novela. Es realmente plausibles, excelente, un gran trabajo para dibujar, poco a poco, ante los ojos del espectador, la personalidad de un personaje de ficción. Genial en ese sentido, genial. Se aprecia, sin duda, su punto de vista del choque generacional, provisto, sobre todo, por las circunstancias terribles que vivió Japón, en boca de uno de sus personajes, quien dijo que los anteriores maestros y sus enseñanzas habían propiciado “el peor infierno que haya vivido Japón en toda su historia”.
hace 5 años