Es difícil imaginarse a Olive Kitteridge dando clase como maestra, y no por el hecho que tenga alguna disfunción, sino que el carácter que la marca la autora hace imaginárnosla como una mujer ruda, hecha a sí misma, sin empatía alguna y con sombras difíciles de averiguar; casada con el farmacéutico del pueblo todo parece prever que la vida les sonríe. No solo da esa impresión el personaje central de este compendio de 13 relatos donde los protagonistas son los habitantes, vecinos de Olive y familiares, de una pequeña población costera de EEUU. Todos parecen ocultar algo, todos aparecen entremezclados en historias de infidelidades, suicidios, crímenes, engaños…. También hay sitio para el amor, pero no para el amor romántico, sino el amor de necesidad, de cariño, la aceptación como parte de algo. Un libro amargo, por aquello de la negatividad que emana la figura que hace de nexo del resto de los individuos, pero también por la rudeza y crudeza de los hechos narrados. Se palpa la infelicidad de todos y cada uno de los sujetos que pasan por la pluma de Elizabeth Strout; a todos los ha dotado de magnificas experiencias vitales, con caracteres fuertes (aun los más débiles) y con Olive K. en medio de todos, desentrañado sus frustraciones y tomando a la vez conciencia de ella misma y de las personas que la envuelven (su marido, atado a una fidelidad dolorosa, su hijo y nuera, tiranizados por los caprichos maternales). No existe esperanza para Olive, o quizá sí, solo ella tiene el poder de decidir qué hacer con su existencia mientras lamenta la transformación que agita a todos aquellos que la rodean. Escrito con una sensibilidad absoluta ante el desarrollo psicológico de todos los héroes aquí narrados, un libro que se lee solo pero se digiere despacio por toda la carga sociológica que emana y la sutil ironía con la que ha dotado el ambiente creado. (Ross Goose, 24 de mayo de 2018)
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