Lucy Barton es una mujer madura que recuerda diferentes momentos de su vida. Entre ellos rememora cuando hace años, tras una operación de apendicitis que se complicó, tuvo que pasar varias semanas en el hospital, donde acudió a visitarla su madre, a la que hacía años que no veía. Las dos mujeres conversan; sus diálogos, aparentemente banales, están llenos de silencios y dudas; los fantasmas del pasado están al acecho, ocultan dolor, reproches y necesidad de comprender. Lucy se traslada mentalmente al mundo rural en el que pasó su infancia, una época dura en el seno de una familia humilde e incapaz de exteriorizar sus sentimientos; pero también regresa a otros momentos pretéritos, junto a su marido e hijas, o cuando nos cuenta su propio proceso de convertirse en escritora. Estos fragmentos de su vida, estructurados en capítulos breves, se presentan desordenados, sin seguir un orden cronológico, si no el vaivén aleatorio de los pensamientos de la protagonista. Al igual que en las conversaciones entre madre e hija quedan muchas cosas por decir, lo mismo se observa en el conjunto de la historia, una trama en cierto modo indefinida y abierta que deja al lector lleno de incógnitas, faltan detalles sobre la vida de Lucy que ya no conoceremos. Pero algo nos queda claro, no podemos escapar del pasado, sus heridas volverán hasta que lo aceptemos e intentemos reconciliarnos con él. Es una lectura diferente, una novela intimista que reflexiona sobre temas como el pasado, la familia, el amor imperfecto y la falta de comunicación, y aunque deja un regusto amargo es agradable, amena y fácil de leer. (Esther Rodríguez, 14 de octubre de 2016)
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