La novela, «comenzada por una visión seminconsciente de mi infancia» dice su autor, fue escrita de un tirón, en poco más de un mes. El escritor parecía liberarse así de viejos fantasmas. Blanco-Amor concentra en ella todo un mundo marginal de prostitutas, camorristas, machos elementales y machos con corazón de mujer, en una ciudad, Auria, que podía ser cualquiera de la lastimada geografía española de principios de siglo. La parranda es la novela de un crimen, de una muerte que se espera desde el principio y que el escritor retrasa, sabiamente, bajo el celaje ritual de la lluvia, monótona, constante, interminable. Pero es también la historia de la tensión secreta de un personaje, Milhomes, que partícipe de un itinerario violento de veinticuatro horas con dos compañeros de borrachera y juerga, se arrastra hacia un previsible y violento final presidido por la muerte.