Mario López, joven delineante de la Diputación Provincial de Jaén que casi nunca se queda a tomar cañas con los compañeros de oficina después del trabajo, vive casi exclusivamente para su mujer, Blanca. Si entrega siete horas de su vida a la Administración, si consagra al sueño otras siete, cualquier descuido en el uso de las diez horas que le quedan para vivir con ella representa un acto culpable y una amputación insensata de su felicidad. Para un funcionario de provincias como él, amante de la sencillez y de la paz rutinaria del hogar, Blanca encarna el lado brillante de la vida, el atractivo de una clase social superior, de una educación refinada y de una superioridad intelectual y emocional que idolatra. A cambio, Mario aporta la tranquilidad, la fortaleza y la estabilidad de la que ella siempre ha carecido, él la sacó del pozo de la depresión, del entorno destructivo de sus antiguos amigos y amantes, para entregarle una casa en paz y una vida alejada del abismo de su alma. La vida de Mario, no obstante, es una vigilancia constante, un temor permanente e irreprimible a la pérdida, al abandono, a la rotura del hechizo mágico que retiene junto a él a una mujer que no cree merecer. Y el mundo exterior lo conseguirá, se llevará a su amada e idealizada Blanca de la mano del arte, de la promesa de una vida sofisticada y compleja que él no desea ni puede soportar. A pesar de todo, ella vuelve, igual pero cambiada, real pero distinta. ¿O quizá no se trata de Blanca?