En Días de Champán no asistiremos a grandes fiestas de postín ni nos rodearemos del glamour que suele acompañar al ritual de este vino espumoso. Lo que hace Rafel Nadal en esta novela tan personal es narrar a lo largo de unas 430 páginas la historia de su familia, desde que su bisabuelo Francisco Oller se traslada desde Cataluña a la ciudad francesa de Reims y termina levantando una empresa de tapones de corcho cuyos clientes son los más poderosos fabricantes mundiales de esta bebida.
Los personajes y situaciones que relata en el libro son reales salvo escasas excepciones. La novela arranca con un prólogo en el que el narrador –el propio autor– introduce el conflicto, que se materializa en los movimientos de la parte francesa de esta familia para hacerse con el control de la fábrica. Hecho que se retomará ya muy al final del libro y que constituye el limitado suspense que hay en el relato. Entre medias asistimos al ir y venir de multitud de personajes que se mueven por un complicado árbol genealógico en el que resulta complejo situarse puesto que el bisabuelo, protagonista de la primera parte, tiene nada más y nada menos que 56 bisnietos.
Francisco Oller no solo tiene que lidiar con las trabas de sacar adelante su imperio empresarial entre Gerona y el corazón de la Champaña francesa sino también con los acontecimientos que no están en su mano. La Primera Guerra Mundial, la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial y la posguerra –los cien años más agitados de la historia de Europa– configuran el contexto de Días de champán, con una primera parte que luce un semblante más plano que el resto de la novela, ya que estos hechos están en los libros de Historia y en infinitos libros.
Desde luego, es una novela recomendable para quienes se confiesen amantes de las sagas familiares. La de Francisco Oller echa raíz con el nacimiento de sus cuatro hijos. Son muy diferentes entre ellos y verdaderamente profundizaremos en su perfil ya en la segunda parte, cuando el autor refiere situaciones más cotidianas y no tanto las que tienen que ver con hechos históricos de sobra conocidos.
Días de champán es una historia de memoria familiar que el narrador ha erigido a raíz de la documentación depositada por sus antepasados en una entidad bancaria y gracias también al relato oral de estos. Angèle, Hélène, Louis e Yvonne son los hijos de Francisco Oller y cabalgan entre los tres escenarios principales, que son Gerona, Barcelona y Reims (Francia). El relato está hilvanado con capítulos cortos que aportan agilidad y con una narración en la que el diálogo brilla por su ausencia y que, por el contrario, en ocasiones la ralentiza. Rafel Nadal –gracias también al género epistolar– remueve las alfombras de sus antepasados sin temor a conocer que en esta gran familia había amor, pero también odios que solo a él le corresponde juzgar. Porque Louis, hermano de su abuela, y que destaca por un agrio carácter de superioridad, tomará una decisión poniéndose en contra de casi toda la familia. Amor y odios, pero también éxitos, fracasos y traiciones que, sin duda, hubiesen resultado más jugosos de haber ahondado más en sus detalles. Son carne de novela, pero el autor pasa de largo como ocurre cuando la rama francesa de esta gran familia se hace con la fábrica quitándole a la parte catalana hasta las llaves, tarjetas y hasta el coche.
El relato no es lineal, pero no tiene dificultad si nos conformamos con la idea general de cómo todo se puede corromper cuando hay negocios de por medio e incluso cuando estos se sustentan en lazos de sangre. Pero si queremos ir más al grano, ubicar a sus personajes en el tiempo en que vivió cada uno es trabajoso para el lector, que entra en un bucle de anticipaciones y retrospectivas arriesgado literariamente.
Las descripciones ambientan cabalmente las escenas de esta novela que gira en torno a la fabricación del corcho, pero sin apenas caer en un lenguaje técnico tedioso para no entendidos en la materia. Nadal solo narra pinceladas de la modernización de esta industria con la entrada de las últimas máquinas de producción. Detalles que se mezclan con las consecuencias que en aquella época tenía prestar ayuda a los judíos, con bodas de conveniencia, el feminismo y la independencia de las mujeres, tumbas inundadas, anillos de compromiso o la llegada de la nevera a Francia. (Esther Martín, 19 de abril de 2023)