Demonio entre demonios, no necesitó de tridente para martirizar a los que consideró enemigos sempiternos de la humanidad. Le bastó con condenarlos y hacerlos arder en sus SUEÑOS. Juicio Final, Alguacil endemoniado, Infierno, Mundo por de dentro y Muerte, en todos ellos azotó a los grandes pecadores que para él fueron los médicos, boticarios, alguaciles, sastres o letrados. A través de sus juegos de palabras y dobles sentidos, de su humor mordaz y de su mucha ciencia y erudición, Quevedo anlbordó los males de su tiempo (que son los del nuestro, los de siempre) y "achicharró" a colectivos por los que sentía verdadera ojeriza. E incluso cuando don Francisco adoptó un tono más moralizante, incluso en esas ocasiones, sacó a relucir su corrosivo ingenio: "¿Tú, por ventura, sabes lo que vale un día? ¿Entiendes de cuanto precio es una hora? ¿Has examinado el valor del tiempo? Cierto es que no, pues así, alegre, le dejas pasar, hurtado de la hora que, fugitiva y secreta, te lleva, preciosísimo robo. ¿Quién te ha dicho que lo que ya fue volverá, cuando lo hayas menester, si lo llamares? Dime: ¿has visto algunas pisadas de los días? No, por cierto, que ellos solo vuelven la cabeza a reírse y burlarse de los que así los dejaron pasar": A pesar de no ser una novela -como tal solo escribió El buscón-, Los Sueños no ofrecen dificultad para el lector; los diálogos que establece con este, las exhortaciones y críticas que le hace son dignas de leer una y mil veces.
hace 9 años