«Mi tutor piensa tanto en sí mismo que, si yo no hago igual, me olvidarán»: este plan de vida es el del joven Martin Chuzzlewit, criado por su rico abuelo en el interés y la desconfianza, especialmente de los múltiples miembros de su propia familia, que conspiran todos para heredar. Cuando el joven se enamora de Mary Graham, la señorita de compañía de su abuelo, y desata la ira de este, busca refugio en casa de otro pariente suyo, el señor Pecksniff, arquitecto que jamás ha construido nada e imagen viva de la mezquindad y la hipocresía. «Y lo que es cierto de las familias lo es también de la sociedad.» Según cuenta André Maurois, Dickens tenía pensado empezar la novela así: «Escena: vuestra casa. Personajes: vosotros mismos». Y añade: «Se abstuvo e hizo bien. Todo era demasiado real para que lo aceptáramos». Serán necesarias muchas penalidades y aventuras, dentro y fuera de su diabólica familia −entre ellas un tremendo viaje en busca de fortuna a Estados Unidos que en su día fue considerado toda una afrenta−, para que Martin conozca lo que es realmente el amor, la amistad y la lealtad. Para Dickens, Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit (1844), que aquí presentamos en una nueva traducción de Miguel Temprano García, era «con creces la mejor de mis historias», y para William Boyd sigue siendo «su novela más terriblemente divertida». Su incisivo sentido social, su prosa imaginativa y sorprendente y su grandiosa galería de personajes se despliega aquí en plenitud de facultades.