Cosió a su piel de gitano la de rumano ejemplar y la cubrió con el uniforme militar para evitar sospechas; sus ojos, de un azul limpio de gitanería, no iban a delatarle. Pero la realidad y el pasado no entienden de vidas fingidas y no tardaron en avejentar su coartada, en ajar sus manos y su frente con las arrugas de la duda. Le siguieron la pista hasta las calles de Odesa, donde el ejército rumano al que pertenecía asesinó a miles de judíos, y le acorralaron en Transnistria, la región hasta la que su idolatrado mariscal Antonescu deportó a millares de gitanos. Realidad, pasado, exterminio y deportaciones: para el rumano Georgian Nicolau había llegado el momento de volver a ser el gitano Jorjan Nicolae, un hombre con recuerdos.