Mediante la figura de un joven recién salido de la adolescencia que llega desde la Cataluña profunda a Barcelona en los años previos a la Exposición Universal de 1888, Eduardo Mendoza traza una serie de situaciones pintorescas ofreciendo un fresco ya mítico de la ciudad del Tibidabo. Onofre Bouvila, de escasa moral, va ascendiendo socialmente dejando muchos cadáveres en el camino tanto en sentido metafórico como literal hasta llegar a la Exposición Universal de 1929. Analizar el porqué de la conversión en clásico de “La ciudad de los prodigios” no sólo es una necesidad objetiva por ser un hecho incuestionable esa condición, sino por el hecho de que la trama se pierde en infinidad de personajes y estampas. Adoleciendo de una falta de línea argumental que capte la atención del lector, su lectura lleva al tedio sólo salvado por el logro de desprender el sabor a sainete, comedia negra y reflejo de una época histórica. www.antoniocanogomez.wordpress.com
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