Tras cinco años fuera de Italia, Mia regresa a Lecce para cuidar de su madre, en estado avanzado de demencia, que ya no habla, solo canta. En la casa se encuentra con Cavalli, una gata callejera que despierta una ternura nueva y extraña en su madre, cuyo deterioro físico y mental, sumado a la intimidad que ha establecido con el animal, coloca a Mia en un proceso obsesivo de transformación. Si no pudo ser querida como hija, quizá pueda recibir ese amor desde otra parte.
Leche cruda indaga en los límites difusos de la comunicación, en la pulsión queer de la imaginación y en la urgencia por inventar formas de amar fuera de una lengua común. Entre lo poético y lo crudo, se pregunta: ¿el cruce de fronteras entre lo humano y lo animal podrá ser una manera de acortar la brecha que nos separa?