Como un buen libro comercial sirve para pasar un buen rato, aunque hay que tenerle paciencia. El autor, quien tenía una especialidad en “scripts”, o sea, guiones para cine y televisión, es decir, tenía oficio para tramas que buscan el suspenso, mantener en vilo al lector, entretenerlo...pero no nutrirlo ni alimentar el intelecto.
Tienen que pasar muchas hojas para que uno entienda, comprenda y sea condescendiente con el libro. A lo largo de ese extenso preámbulo antes de llegar al quid del asunto, el misterioso escrito Julián Carax, deja de ser el santo grial por más que se esfuerce en lo contrario, y nos llena de anécdotas de Daniel insulsas, irrelevantes, que no sirven para perfilar a los personajes ni su psiquis (cosa que se agradece de los buenos escritores), ni ir entrelazando la trama; incluso nos relata sobre una decepción amorosa del librero aprendiz de investigador que no tiene ninguna trascendencia en la historia, a menos que uno lo fuerce y le ayude al escritor.
Solo la aparición del ocurrente Fermín y su lenguaje ampuloso, alambicado, ingenioso hace de esa larga antesala algo simpático y entretenido para seguir leyendo. Juro que casi renuncio, hasta que al fin aparecen los personajes secundarios que aportan grandes, enormes, gigantescos, ciclópeos bloques de monólogos con los cuales se comieenza a armarse el rompecabezas. Sobre esta técnica, debo decir, es algo tosca, si nos ponemos a pensar en auotres (igualmente comereciales) del suspenso que van dejando migajas poco a poco, para que el lector haga el esfuerzo de armar todo el panorama, como Dan Brown y sus relatos seudo científicos, y John Grisham, y sus thrillers abogadiles, por ejemplo.
Allí vamos entendiendo, y ahora sí, enganchándonos con el libro, porque realmente es hata que esos personajes te tiran en la cara esos grandes bloques de historia, cuando uno se aferra al libro.
Al final es una historia no de Julián Carax, sino de Fumero, un esbirro de régimen franquista que, impulsado por un odio infantil, un resentimiento de clases que, por cierto, no fue bien trabajado por el escritor, es el verdadero guía de la trama, y no el famélico escritor pelagatos de poca monta al que quiso Zafón poner como un héroe, y su constelación de amigos fieles a los que no se les entiende el porqué de tanta lealtad con alguien que fue mal hijo, mal pupilo, mal novio, mal aprendiz de escritor.
Me sirvió la lectura para pasar pedacitos de la noche antes de dormir, porque de forma rápida me llamaba al sueño tal lectura; y para tener una nueva muestra más de cómo se le hace para convertirse en un escritor comercial de muchas ventas, sin mucho agudeza, pero con mucho oficio y dedicación.
Este libro pasará en mí mente sin pena ni gloria como un libro más de entretenimiento, así como por ejemplo “El último hombre” de David Baldacci, y “La guerra de Hart” de John Katzenbach.
hace 2 años
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