El ejército alemán está desintegrado, pero sigue imponiendo un estúpido espíritu de normas y órdenes en medio de la derrota y de la lucha de todos por escurrir el bulto con el consabido «yo nunca fui del partido». Ya teniente, Herbert Asch maquinará para que algún que otro canalla no se salga con la suya, y con su peculiar indolencia ¿conseguirá salir bien parado? ¿Conseguirá que lo hagan sus buenos