La historia les salía al paso allá donde fuesen, la terrible historia del siglo XX, sin respetar su arte y atentando contra sus vidas inopinadamente. Ya fuese en Constantinopla, en Moscú o en Kiev, el matrimonio formado por Juan y Sole siempre estaba en peligro.
Huían a toda prisa de la Gran Guerra, y ella, aún más rápida que la pareja, les condujo a la Rusia revolucionaria sin dejar de pisarles los talones. Finalmente, se reencontró con los dos españolitos en forma de guerra civil rusa.
Las balas y cañonazos del bolchevismo, los zaristas y los nacionalistas ucranianos les bajaron de los escenarios, acallaron sus castañuelas, su guitarra y sus taconeos.
Arrinconados por el frío y el hambre, amedrentados por la barbarie humana, Juan y Sole, Sole y Juan, artistas flamencos, sobrevivieron milagrosamente. En París, intentando recobrar la calma, Martínez contó a Nogales su peripecia:
"Martínez es flamenco, de Burgos, bailarín. Tiene cuarenta y tres años, una nariz desvergonzadamente judía, unos ojos grandes y negros de jaca jerezana, una frente atormentada de flamenco, un pelo requetepeinado de madera charolada, unos huesos que encajan mal, porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias -arios, semitas, mongoles-, y un pellejo duro y curtido como el cordobán".
Narración sencilla y sin apasionamientos políticos, llena de detalles y anécdotas -graciosas unas, terribles otras-, en la que Chaves Nogales supo hilvanar las peripecias del matrimonio y de artistas de diversas nacionalidades con la brutalidad, los excesos y la deshumanización de los contendientes.
hace 7 años
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