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LA VUELTA A EUROPA EN AVIÓN. Un pequeño burgués en la Rusia roja CHAVES NOGALES, MANUEL

Nota media 6,67 Bueno 3 votos 1 críticas

Resumen

En agosto de 1928, Manuel Chaves se embarca en un viaje en avión por Europa con la finalidad de escribir una serie de reportajes para el periódico del que es redactor jefe, Heraldo de Madrid. De Madrid a Bakú, pasando por Berlín y Leningrado: del Mediterráneo al Caspio. Chaves fue pionero en utilizar los adelantos técnicos de la época, como el avión, para ofrecer a sus lectores testimonios de primera mano sobre la situación política y social de algunos de los principales países europeos. En 1929, Chaves ampliaría el material publicado en Heraldo, restauraría las partes que habían sido censuradas y lo publicaría en forma de libro con el título de La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja. El subtítulo estaba plenamente justificado: más de la mitad del volumen está dedicado a su periplo ruso, que había aprovechado para familiarizarse con las condiciones de vida del pueblo ruso bajo el régimen bolchevique y para entrevistarse con personajes como Ramón Casanellas, el asesino de Eduardo Dato. Las páginas de este libro tienen ya la brillantez de quien se convertiría en el más destacado periodista español del siglo XX.

1 críticas de los lectores

Un año después de ganar el Mariano de Cavia por un reportaje sobre la primera mujer que cruzó en avión el Atlántico, el propio Chaves Nogales recorre toda Europa en avión. La aviación comercial estaba en pañales y no exenta de riesgos, con frecuentes percances. Chaves Nogales prologa el libro vacunándose ante la crítica que pueda generar que un periodista publique un libro. Hay que situarse en los tiempos en los que el periodismo no era aún una ocupación tan noble como la de escritor, y ésta estaba muy ligada al academicismo más rancio. El prólogo no tiene desperdicio, Chaves Nogales se defiende y ataca, colocando al periodista como poseedor de esa capacidad de contar lo mismo con menos palabras, enganchando, difundiendo casposos conocimientos que otros generan con esfuerzo pero no saben contar. También deja claro que el periodista ha cambiado con los años, y es persona más formada "Aquel buen hombre analfabeto que antes iba a los ministerios a recoger las notas oficiosas no tiene entrada hoy en las redacciones". Lo dice él mismo, que con veintipocos años, ya es redactor jefe de un periódico importante de la capital de España. Por otro lado, no engaña, el libro está lleno de anécdotas e impresiones personales, más que de datos. La impresión que el paisaje urbano y humano de las ciudades europeas que visita, le hacen. El libro abunda, sobre todo al principio, en la impresión que causa volar en alguien no acostumbrado a ello. La ingenuidad y el deslumbramiento inocente de todo lo que ve. Los percances, verdaderos accidentes aéreos que los vive con total naturalidad. Es impresionante el arrojo de estas personas que viajaban en avión en aquellos años, cuantos morirían.... Un breve paso por Barcelona resulta muy curioso. La visión de hombres sencillos y mediterráneos, tradicionalistas, con buen humor. La Francia llena de pequeños minifundistas le llama la atención, y concluye que Francia no caerá nunca en el comunismo (era la gran amenaza latente para muchos europeos) por el amor a la propiedad de estos labriegos. Le llama la atención la libertad de la mujer francesa, su participación en la vida social y laboral, que de alguna manera liga al impacto de la guerra reciente. Muestra lo que piensa de los nacionalismos, pero envidia al de Francia ("No son, esto salta a la vista, gente de una inteligencia extraordinaria; tienen en el fondo ese fermento malo y egoísta de todos los nacionalismos, pero ¡ya quisiéramos nosotros que sus equivalentes en España fueran siquiera así!"). Admira París, una ciudad para él bien acabada, llena de negros (que París logra de alguna manera absorber y "aclarar"). Hasta las prostitutas francesas viven mejor que muchas mujeres españolas, con más autonomía y medios. Visita Ginebra y retrata de forma algo cruel a los Ginebrinos. Debajo de la perfección urbana, del orden, de la corrección aparente, de la vida ordenada, detecta el fraude: "Cuando se piensa que esta gente tan sosegada, tan prudente, tan correcta y discreta está aquí atrincherada en el cogollo de Europa, dentro de sus pequeños egoísmos municipales, desagrada un poco", "El caso aquel que se consideraba ejemplar de la neutralidad de Suiza durante la guerra europea me asusta y me hace temer que, por encima de todas estas virtudes locales, mejor aún, domésticas, del suizo, puede haber una terrible incapacidad espiritual”, “Me gustaría que esta gente se emborrachara algún día de algo y, abandonando esta tierra magnífica, se echara por el mundo a hacer cosas insensatas. Un lago es una cosa perfectamente estúpida. No tiene ningún sentido". Visita los edificios de la Sociedad de Naciones y la Organización Internacional del Trabajo. Aunque critica algo el fasto y condiciones de trabajo de los funcionarios, no deja de ver la miopía de España en no potenciar más su presencia en Ginebra, política y periodística, ya que es un país que a su criterio puede hacerse valer como Potencia Moral en la Sociedad. Aterriza depue? en Berlin y queda fascinado, del poder industrial alemán, de la capacidad de haber remontado, y sus habitantes olvidado, la reciente guerra. Como si nada hubiera pasado. Se sobrecoge finalmente porque "El resurgir de Alemania es realmente de una fuerza amenazadora. Desde el momento en que se pisa la tierra alemana se tiene la convicción absoluta de que se está en un país de una potencialidad excesiva para el equilibrio europeo". Más adelante, acaba cediendo al optimismo " Hoy existe una Alemania republicana que impedirá siempre una recaída en el militarismo". Esa república, sin embargo, le resulta algo extraña, menos extrovertida y con un fervor excesivo del pueblo, unas manifestaciones de apoyo sobrecogedoras por lo solemne, por lo disciplinado. Al final está captando el verdadero espíritu del pueblo alemán. Admira la libertad de costumbres y sexual de los alemanes en Berlín, la proliferación de la homosexualidad masculina, y también femenina (que critica desde su posición). Finalmente concluye que la moral cambia con la latitud. Rusia es el centro de su novela, la última mitad, pero realmente la que menos amena me parece. Está claro que el periodista de alguna manera simpatiza con el comunismo ideal, pero no es ajeno a lo que está ocurriendo en Rusia. La mortalidad infantil, el hambre, la represión. Se sorprende, porque en 10 años ya se da cuenta de que la revolución no tienen marcha atrás. Simpatiza más con las ideas más revolucionarias de Trotsky, que detecta la deriva autoritaria y burocrática de Stalin, y su abandono del proyecto de internacionalizar el comunismo. En pocos párrafos finales nos cuenta su impresión de Rusia. Como pequeño burgués se siente incómodo en Rusia, limitada su libertad. Pero intenta ver un sentido en el movimiento, empatiza de alguna manera. Se sensibiliza ante el sacrificio del obrero ruso, del proletariado, que primero tuvo que luchar contra el zar y el hambre y ahora tiene que sacrificarse por el proyecto, y seguir pasando hambre. "La verdad es que, apenas he salido de Rusia y he puesto el pie en una ciudad alemana, he tenido una clara sensación de alivio; he sentido que se me ensanchaban los pulmones y que respiraba otra vez con plena libertad. La dictadura del proletariado se me representa ahora como un estado patológico, como una obsesión o una pesadilla”. “Pero no quiero tampoco dejarme arrastrar por esta impresión puramente subjetiva de pequeño burgués o intelectual que se siente excluido o, mejor dicho, perseguido por la clase social dominante hoy en Rusia." "Aun reconociendo que los procedimientos de represión empleados por la dictadura del proletariado son idénticos —más feroces si cabe— que los de todas las dictaduras, me repugna equiparar el Gobierno soviético a cualquier Gobierno dictatorial de los países burgueses. Hay una diferencia sustancial que olvidan los demócratas de pura sangre, muy aferrados a la idea de esta absoluta identidad entre las dictaduras: la motivación." En fin, una novela "por entregas" (porque así se planteó inicialmente, publicando artículo sucesivos en el Heraldo de Madrid conforme avanzaba su viaje), escrita por un periodista muy joven y brillante, con una mente clara y abierta, modesto, y que en su breve vida nos dejó un legado de novelas escritas en un español culto y bien articulado.

hace 5 años