La calle del Perdón es una pequeña vía de Marrakech y es en ella donde crece la narradora de esta historia, Hayat («la vida», en árabe). El barrio es pobre y en él solo prospera la mezquindad, como si fuera una jungla sórdida, algo que Hayat sufre en primera persona: todo el mundo hace comentarios envenenados sobre su cabello rubio, su madre no oculta su vergüenza y su padre siempre la mira con gesto endiablado. Aunque todas estas dificultades deberían haber hecho mella en esta niña, la vida acaba siendo indestructible. Hayat se escapa de casa y conoce a Mamyta, la bailarina oriental más importante del reino, una especie de geisha de Marrakech. Una mujer tan denigrada como admirada que es supuestamente libre en un país anclado en el tabú y la prohibición y que está presente en todos los festejos y celebraciones religiosas, pero también en los cabarets populares más desconocidos. Hayat descubre junto a ella que con el canto y el baile se puede hacer desaparecer la melancolía, volver locos a los hombres, imponer la gracia a la hostilidad y, a fin de cuentas, forjarse un destino propio.