Cerca ya de medianoche, Mari, sentada sola a la mesa de un restaurante, se toma un café, fuma y lee. Un joven la interrumpe: es Takahashi, un músico al que ha visto una única vez, en una cita de su hermana Eri, modelo profesional. Ésta, mientras tanto, duerme en su habitación, sumida en un sueño profundo, "demasiado perfecto, demasiado puro". Mari ha perdido el último tren de vuelta a casa y piensa pasarse la noche leyendo en el restaurante; Takahashi se va a ensayar con su grupo, pero promete regresar antes del alba. Mari sufre una segunda interrupción: Kaoru, la encargada de un "hotel por horas", solicita su ayuda. Mari habla chino y una prostituta de esa nacionalidad ha sido brutalmente agredida por un cliente. Dan las doce. En la habitación donde Eri sigue sumida en una dulce inconsciencia, el televisor cobra vida y poco a poco empieza a distinguirse en la pantalla una imagen turbadora: una amplia sala amueblada con una única silla en la que está sentado un hombre vestido de negro. Lo más inquietante es que el televisor no está enchufado... Eri y Mari, Takahashi y Kaoru, la prostituta china y su maltratador, Tokio by nighty esas horas entre la medianoche y el alba en que todo se torna dolorosamente nítido o angustiosamente desdibujado... Murakami da una nueva vuelta de tuerca a su ya bien conocido universo: desde una distancia variable, como una cámara versátil, su mirada recorre escenarios habitados por personajes solitarios, reproduce encuentros accidentales que más parecen desencuentros, y capta una amenazadora pero difusa sensación de peligro que todo lo impregna, como la omnipresente música de fondo. Con After Dark -cuyo título proviene de la pieza de jazz "Five Spot After Dark", de Curtis Fuller- el autor vuelve a deslumbrarnos con su estilo conciso, su sutil sentido del humor, su habilidad para construir tramas cautivadoras y escalofriantes, y su maestría para dar cuenta del escurridizo espíritu de nuestro tiempo.