Me gustan mucho los libros que escriben autores renombrados sobre sus lecturas, el proceso que los condujo al camino del éxito, su rutina de trabajo, sus manías, las herramientas que utilizan para escribir, y ahora, estoy contento de tener en mis manos y haber leído el libro de Haruki Murakami “De qué hablo cuando hablo de escribir”. En los primeros capítulos Murakami nos narra el singular momento en que se le vino a la mente el convertirse en escritor: durante un partido de beisbol. Cerca de los 30 años, Murakami era un pequeño empresario que regenteaba junto con su esposa un pequeño Bar donde su valor agregado era el Jazz. Ahí, en la cocina del Bar, después de las largas jornadas que implican administrar un negocio de este tipo, Murakami escribió su primera novela- “Escucha la canción del viento”-, que sin imaginarlo ni esperarlo, fue galardonada por una revista literaria, lo que reafirmo su intención de convertirse en escritor de tiempo completo. Existe una enorme tradición entre muchos escritores que se animan a escribir y aconsejar sobre las razones por las que escriben, el proceso de escribir, sus reglas, rituales, procesos mentales y físicos, lugares, sus lecturas, sus filias y sus fobias. Autores como Jorge Luis Borges, Stephen King, Vargas Llosa, García Márquez, Ray Bradbury y muchos más que se me escapan en este momento, han publicado ensayos sobre el tema. “De qué hablo cuando hablo de escribir” trata de eso. Murakami, que “encarna el prototipo de escritor solitario y reservado; se considera extremadamente tímido y siempre ha subrayado que le incomoda hablar de si mismo, de su vida privada y su visión del mundo, rompe ese silencio para compartirnos su experiencia como escritor y como lector”. Maratonista y triatleta, Murakami se distingue de la mayoría de los escritores porque considera indispensable, dentro de su proceso creativo, correr o nadar cuando menos una hora al día. En su libro “De qué hablo cuando hablo de correr” nos dejó claro que el ejercicio diario es indispensable para conservar el número necesario de neuronas activas en su cerebro. En esta obra, el autor vuelve a tocar el tema. Dice Murakami que vivir sanamente quizá no coincida con la imagen típica que se tiene de un escritor, a lo Hemingway: vida caótica, alcohólico, mujeriego, con la familia destrozada, que hace lo que quiere, y que “gracias a esa personalidad conflictiva y a los sucesivos fracasos personales, consigue el brote de la literatura”. A él, le funciona exactamente lo opuesto. Vocación, premios literarios, originalidad, temáticas, el tiempo necesario para escribir novelas largas, la escuela, sus personajes, sus lectores son otro de los puntos que Murakami desarrolla en “De qué hablo cuando hablo de escribir”. Me encantó lo que Murakami piensa sobre la educación formal. El concluyó sus estudios, pero comenta que fue el periodo más aburrido de su vida, y que sobrevivió al mismo porque lo único que le importaba era leer. Dice Murakami: “De no haber leído tantos libros estoy seguro que mi vida habría sido más gris, deprimente incluso, apática. Leer fue mi gran escuela, el lugar construido especialmente por y para mi, donde aprendí muchas cosas importantes de la vida. En ese lugar no existían reglas absurdas ni juicios de valor en función de números o estadísticas”. En fin, a todo aquel que le gusten los libros sobre cómo los escritores de éxito, lo alcanzan, les recomiendo mucho “De qué hablo cuando hablo de escribir”.
hace 4 años