Después de Tokyo Blues me quedé con una ganas de Murakami que ya se me han pasado. El autor mantiene su fuerza e hipnotismo sobre el lector, apoyándose en su estilo sencillo aunque no por ello descuidado. Sus idas y venidas desde la realidad al surrealismo, desde la vigilia al sueño, desde la vida a la experiencia del más allá, de la alteración que supone haber estado al borde de la muerte, comienzan por ser interesantes, pero acaban cansando. El personaje de Nakata es completamente entrañable. La resolución del conflicto adolescente de Kafka Tamura no termina de convencerme.
hace 2 semanas