La historia de Katherine Lind, una joven de un no nombrado país de Europa —cerca del Rin, es el único dato que se nos ofrece— que tiene que adaptarse a los modos e idiosincrasias inglesas en dos momentos sucesivos, antes y durante la II Guerra Mundial, constituye un primor de ejercicio narrativo, donde los todos elementos de la novela se articulan con la exactitud de un mecanismo de relojería. La condición de poeta de Larkin se plasma en las delicadas y vivas descripciones del campo y la ciudad ingleses, pero sobre todo se luce en la creación de sus personajes. Katherine viaja primero a Inglaterra de visita con una familia, los Fennel, cuyo hijo es una suerte de primer amor, pero las cosas son distintas cuando regresa años después, ya en la guerra y como refugiada, entrando a trabajar en una librería. Sus dudas, su crecimiento personal, el ansia de comprensión de otras gentes y de otras culturas y el tan inevitable sentimiento de extrañeza, forman un fresco magnífico. Una chica en invierno es una novela que expone la sensibilidad de su protagonista como pocas. Es morosa, pausada, detenida, escrita con un estilo impecable, donde los sentimientos y la indagación cobran más relevancia que las acciones, y una gran lectura, en definitiva, para todos aquellos que gustan de las novelas que sondean los entresijos del alma humana. (Carlos Cruz, 25 de noviembre de 2015)
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