Quizás lo mejor de Últimas tardes con Teresa, a los cincuenta años de su primera aparición, es comprobar que es una de «esas» novelas sobre las cuales el tiempo no ha echado ese barro que malogra tantas obras, y constatar que la condición de clásico que ganó al poco tiempo de su aparición está refrendada cinco décadas después. La historia de Pijoaparte y Teresa, una novela que se lee de forma agradable, con un rico lenguaje que salta sobre los distintos estratos y clases sociales en los que se mueve la novela —y que es donde se demuestra la pericia y el valor de su autor—, constituye un fresco inmejorable de la Barcelona de los años 50 y una novela clave para entender la época. Esta edición conmemorativa, que incluye prólogos de Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán y el propio Marsé —en prólogo realizado a la que sería la última edición antes de la democracia y donde ya se percibe el paso del tiempo desde su primera aparición—, se complementa con varios documentos del proceso de censura. Esta última adición, aunque sea insertada como curiosidad, sería recomendable leerla en primer lugar, especialmente por aquellos que nunca se han aproximado a Últimas tardes con Teresa: contextualiza mejor que nada la realidad político-social presente en su tiempo, y de manera indirecta saca a la luz la importancia de los tantos niveles en los que se mueve la novela. Pues, ¿es Últimas tardes con Teresa una gratificante novela de diván, para disfrutar, sin más? Sí, desde luego, pero quedarse en su superficie sería acertar en corto.
hace 8 años