Todas las personas que mueren de amor es una novela para lectores curiosos e insomnes. Juego de apariencias donde nada es lo que parece: ni el relato, una historia que profundiza en la raíz del amor y el desamor, ni la propia escritura, hechizada hasta el punto de que se borran las fronteras entre la vida y la muerte, la novela flota entre voces fantasmales que cuestionan incluso los nudos que atan la realidad de la propia existencia. En este hospital que por momentos parece una especie de purgatorio de enamorados, los muertos se convierten en fantasmas —pero ¿quiénes son los fantasmas?—, y bailan al ritmo de la prosa sensual y jovialmente lúdica de Víctor Álamo de la Rosa.