Este libro de Gabriel García Márquez no fue concebido para serlo. Más que un texto literario, es el ejemplo de un excelente reportaje, de un periodismo auténtico. La historia de esta aventura fue publicada por entregas en El espectador de Bogotá. El 28 de febrero de 1955, se conoció la noticia de que ocho miembros de la tripulación de un destructor de la Marina de Guerra de Colombia habían caído al agua y desaparecido a causa de una tormenta en el mar Caribe. De los ocho sólo sobrevivió Luis Alejandro Velasco, que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber… Esta es, pues, la reconstrucción periodística del suceso tal como el náufrago la contó al joven reportero Gabriel García Márquez, que había nacido en Aracataca, Colombia, en 1928, abandonado la casa y la familia a temprana edad, ejercido múltiples oficios, militando en varios frentes y convertido temporalmente en periodista para ganarse la vida, que fue más tarde reconocido como uno de los mejores escritores de lengua hispana, hecho célebre por su libro Cien años de soledad y que, en 1982, recibió el mayor reconocimiento público que un escritor puede desear: el Premio Nobel. A lo largo del diálogo que sostuvo con el náufrago, el reportero aclaró que no había existido tormenta alguna, que los ocho hombres cayeron al mar porque la nave de guerra llevaba carga de contrabando que, a causa de un bandazo motivado por el viento en mar gruesa, se soltó arrastrando a los marineros. El relato de aventuras se convirtió inmediatamente en denuncia política. Se levantó en el país un gran alboroto que le costó la gloria y la carrera al náufrago y el exilio del reportero.