De todos sus libros de ensayos, este es uno de los que más me gusta. Siempre vuelvo a él. Lo creo casi perfecto. Uno de los motivos por el cuál he gastado todo el dinero que ha caído en mis manos (poco, por desgracia, pero el suficiente como para haber armado una biblioteca digna) ha sido generado por las deliciosas y magnéticas páginas de este libro, que bien pudiera ser una infinita cantidad de libros. Digo esto, porque Borges tenía la costumbre, sana y maravillosa, de impregnar en un par de páginas, una reseña (que mezquina es esta palabra para el trabajo inmenso de este hombre) repleta de referencias de otros libros y otros escritores, que aparentemente nada tienen que ver con el del título principal. Me aclaro un poco y dejo un fragmento de "La esfera de Pascal (título hermoso y atractivo sin dudas): "Seis siglos antes de la era cristiana, el rapsoda Jenófanes de Colofón, harto de los versos homéricos que recitaba de ciudad en ciudad, fustigó a los poetas que atribuyeron rasgos antropomórficos a los dioses y propuso a los griegos un solo Dios, que era una esfera eterna. En el Timeo, de Platón, se lee que la esfera es la figura más perfecta y más uniforme, porque todos los puntos de la superficie equidistan del centro; Olof Gigon (Ursprung der griechischen Philosophie, 183) entiende que Jenófanes habló analógicamente; el Dios era esferoide, porque esa forma es la mejor,o la menos mala, para representar la divinidad. Parménides, cuarenta años después, repitió la imagen («el Ser es semejante a la masa de una esfera bien redondeada, cuya fuerza es constante desde el centro en cualquier dirección»); Calogero y Mondolfo razonan que intuyó una esfera infinita, o infinitamente creciente, y que las palabras que acabo de transcribir tienen un sentido dinámico (Albertelli: Gli Eleati, 148). Parménides enseñó en Italia; a pocos años de su muerte, el siciliano Empédocles de Agrigento urdió una laboriosa cosmogonía; hay una etapa en que las partículas de tierra, de agua, de aire y de fuego, integran una esfera sin fin, «el Sphairos redondo, que exulta en su soledad circular». En dieciseis líneas, si no conté mal, nos entra la desesperación por conocer la obra, o al menos la que contiene estos párrafos, de unos seis escritores. ¿Como se puede lograr, me pregunto, semejante maravilla?. Alucina y asombra el hecho concreto de los conceptos acerca de la asociación de Divinidad y la forma geométrica de la esfera; pero además de adentrarnos en un mundo y en teorías geniales, nos contagia ese amor poderosísimo por la curiosidad literaria; Borges ha sido, además de un gigantesco escritor, un fervoroso y apasionado lector, y siempre ha compartido esa pasión con sus lectores. De todos los ensayos que componen esta obra, mis preferidos (y a los que vuelvo metalmente una y otra vez, en pleno ajetreo laboral, o en medio de un embotellamiento infernal, entre bocinazos, insultos, y un calor que derrite las piedras) son: La Esfera de Pascal; La flor de Coleridge; El sueño de Coleridge; Nathaniel Hawthorne; Sobre Oscar Wilde; Sobre Chesterton; El primer Wells; Kafka y sus precursores; El ruiseñor de Keats; Sobre el "Vathek" de William Beckford.
hace 8 años
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