Hay en este libro de versos, mucho encanto, esa cualidad fundamental que supera aun a la técnica o a la innovación. El virtuosismo vacío, en poesía, es igual que en la música: impide el pleno goce, y este es un pecado imperdonable a la hora de disfrutar un libro o una melodía. De nada me sirve a mi un poema que no puedo "sentir" o "entender", aunque esto último no impide, muchas veces, el disfrute. Alguien me podría decir que en la música uno no "comprende" los símbolos que la componen, que uno se limita a escuchar y a gozar de las notas (que misteriosamente juntas y encadenadas hacen tanto daño o dan tanta fuerza o alegría al espíritu). Muy bien, pues entonces, como digo, el mero alarde de ejecutar un instrumento con mucha rapidez no asegura el éxito. He leído algo de poesía, de épocas distintas y de distintos orígenes y culturas. A toda le encuentro su "gracia", su razón de existir; pero no tolero la arrogancia de ciertos poetas que creen que porque escriben "raro" o "difícil" están colaborando con la historia de la lietratura. Pocas son los versos que puedo rescatar de Artaud, por ejemplo. No lo "entiendo", pero esta falta de comprensión, me impide, EN ESTE CASO, disfrutar de lo escrito. Hubo casos, como cuando conocí a Charles Baudelaire, que tampoco comprendía demasiado "a que apuntaban" sus poemas: pero había algo allí, algo que se movía lenta pero pesadamente, algo que quemaba, que me hacía "agua a la boca". Y yo no sabía el porqué. Unos mese más tarde me compré "Las flores del mal" y su belleza me cegó con la luz y la velocidad de un relámpago. Su magia ya había plantado dentro de mí su inexorable semilla; y ya nunca más me abandonó. Vuelvo a Borges. Que decir de poemas como "Las calles"; "El sur", "Un patio"; "Barrio reconquistado"; "Atardeceres"; "Campos atardecidos"; "Afterglow"; "La vuelta", Final de año" (excelente); "Carnicería", etc. Dejo un par de "muestras gratis" para quiénes no han tenido el placer de conocerlo: Final de año Ni el pormenor simbólico de reemplazar un tres por un dos ni esa metáfora baldía que convoca un lapso que muere y otro que surge ni el cumplimiento de un proceso astronómico aturden y socavan la altiplanicie de esta noche y nos obligan a esperar las doce irreparables campanadas. La causa verdadera es la sospecha general y borrosa del enigma del Tiempo; es el asombro ante el milagro de que a despecho de infinitos azares, de que a despecho de que somos las gotas del río de Heráclito, perdure algo en nosotros: inmóvil. Afterglow Siempre es conmovedor el ocaso por indigente o charro que sea, pero más conmovedor todavía es aquel brillo desesperado y final que herrumbra la llanura cuando el sol último se ha hundido. Nos duele sostener esa luz tirante y distinta, esa alucinación que impone al espacio el unánime miedo de la sombra y que cesa de golpe cuando notamos su falsía, como cesan los sueños cuando sabemos que soñamos. El Sur Desde uno de tus patios haber mirado las antiguas estrellas, desde el banco de la sombra haber mirado esas luces dispersas que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar ni a ordenar en constelaciones, haber sentido el círculo del agua en el secreto aljibe, el olor del jazmín y la madreselva, el silencio del pájaro dormido, el arco del zaguán, la humedad -esas cosas, acaso, son el poema. Ausencia Habré de levantar la vasta vida que aún ahora es tu espejo: cada mañana habré de reconstruirla. Desde que te alejaste, cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido, iguales a luces en el día. Tardes que fueron nicho de tu imagen, músicas en que siempre me aguardabas, palabras de aquel tiempo, yo tendré que quebrarlas con mis manos. ¿En qué hondonada esconderé mi alma para que no vea tu ausencia que como un sol terrible, sin ocaso, brilla definitiva y despiadada? Tu ausencia me rodea como la cuerda a la garganta, el mar al que se hunde. Carnicería Más vil que un lupanar la carnicería rubrica como una afrenta la calle. Sobre el dintel una ciega cabeza de vaca preside el aquelarre de carne charra y mármoles finales con la remota majestad de un ídolo.
hace 8 años