Melodías que no volveremos a escuchar, mujeres cuyo rostro atisbamos en el reino de los espejismos y a las que en vano buscaremos por las atestadas calles de la realidad, situaciones rocambolescas, viajes imposibles, tristezas sin nombre, arquitecturas de pesadilla, terrores o deseos que hunden sus raíces en lo más hondo de nuestro ser, visiones paradisíacas cuya belleza parece evocar algo tan remoto como verdadero… Entre el perpetuo asombro ante un continente siempre mutante y por explorar, con sus propias leyes, y un costumbrismo onírico no exento en ocasiones de un humor rematadamente surrealista, Noches sin noche y algunos días sin día, diario de sueños de Leiris –escritor y etnógrafo relacionado con figuras como Georges Bataille o André Breton– que abarca varias décadas de la vida de su autor, se acerca de un modo ameno y fascinante a esa existencia paralela que todos llevamos de noche, y lo hace intentando tender puentes (esto es, establecer un sentido, leer en el alfabeto de Morfeo y traer sus posibles mensajes a las orillas de la mañana) que ayuden a superar la cesura día/noche, sueño/vigilia. Los sueños son lo más íntimo y lo más extraño que poseemos, y nuestra relación con ellos es también ambigua, pues hacen de lo enigmático algo cercano y revelan la faceta inquietante o exótica de lo familiar.