La frase “me gustó más el libro” resulta un lugar común en las conversaciones entre aquellos que han leído una novela posteriormente adaptada al cine o a la televisión. Si en la pantalla el director omite tramas o personajes con las que el lector disfrutó especialmente, o refleja una esencia distinta a la que se percibió al leer el libro, ver la película o la serie a posteriori suele dejar un mal sabor de boca a quien espera que la buena experiencia durante la lectura se repita ahora en forma de secuencia de imágenes.
Decía Juan Manuel de Prada que, sin embargo, al revés también puede ocurrir y, de hecho, las grandes películas del cine negro parten las historias de novelas de saldo simples y mal contadas en las que, gracias a una buena adaptación al cine y a la forma de contar la historia, hace que el resultado cinematográfico dé la impresión de mejorar el estilo con el que la novela fue escrita o, incluso, de tener la sensación de estar viendo una historia distinta a la que un escritor narró en su momento en papel.
En 2016, TVE puso una pica en Flandes en el mundo de la producción audiovisual con “La sonata del silencio” (http://www.rtve.es/television/sonata-del-silencio/la-serie/). A través de unas técnicas de grabación en las que los planos recordaban lo mejor del cine negro de los años 40, una banda sonora impecable, una cuidada selección de los intérpretes del cine español contemporáneo, la perfecta ambientación en el Madrid de la posguerra y una acertadísima dosificación de los hechos y tramas para lograr la intriga del espectador, la serie no podía dejar indiferente a quien comenzara a verla.
Paradójicamente, Paloma Sánchez Garnica desarrolla en casi novecientas páginas una historia en la que, pese a no caer en la pesadez, sí cae en los tópicos de buenos y malos y se deja llevar por la cursilería sentimental sólo un nivel por encima de las autoras de novela romántica de kiosco de la época en la que la historia está ambientada. Ofreciendo al lector una estampa de personajes previsibles por ser buenos o malos sin más, el lector –o al menos quien esto suscribe- acaba la historia con la sensación de no habérsele hecho pesada la lectura pero, a su vez, de haber perdido el tiempo con una historia tópica –pese a estar bien construida en las formas, punto importante siendo una obra coral-, en la que lo único a destacar es el reflejo de la vida de la clase media alta madrileña devastada por una Guerra Civil de la que acaba de salir.
Así las cosas, merece la pena conectar el ordenador con el televisor para poder ver la serie y animar a TVE a que siga invirtiendo en producciones así.
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hace 2 años
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