En 1980, Hunter S. Thompson recibe una propuesta de una revista desconocida, llamada Running, para cubrir la maratón de Honolulú, con un buen sueldo y con todos los gastos pagados. Pensando en unas vacaciones tranquilas en Hawái, acepta y extiende la invitación a su amigo, el dibujante Ralph Steadman, que acudirá acompañado de su familia. Pero lo que iba a ser un viaje de placer y descanso, mezclado con un poco de trabajo, se convierte en una delirante aventura desde el momento en que el escritor sube al avión que lo llevará a su destino. Con su característico estilo, que lo convirtiera en el padre de un género periodístico–el periodismo gonzo–, el autor se ocupa de todo aquello que envuelve una de las justas deportivas más antiguas y difíciles. Pero va mucho más allá, logrando escribir una historia magistral acerca de un lugar en el que la mayoría de sus habitantes parecen estar locos. Y la locura casi siempre viene de algún dios, en este caso Lono, «el dios del exceso y la abundancia», quien efectivamente parece estar detrás de las terribles tormentas y el abundante oleaje que azotan a la isla durante el paso del escritor norteamericano por ella, y en las cuales queda completamente inmerso, tanto en el plano real como en el mental. En un constante juego de reflejos con la historia del capitán Cook, conquistador británico que en su momento fue considerado por los nativos la encarnación de Lono, Thompson cierra el ciclo metamórfico del delirio al asumir su visita a Hawái como un segundo advenimiento del legendario dios, y proclamar a gritos y con total desparpajo: «¡Yo soy Lono!». Este libro es, pues, la historia de esa misteriosa e hilarante transformación.