Las primeras páginas presagiaban posguerra, y la prosa inteligente y rotunda del autor nos condujo a ella, pero no a la posguerra de los fusilamientos, tampoco a la de las persecuciones.
Con la sobriedad y el aplomo del escritor experto, Chirbes eclipsa la posguerra carcelaria y da luz a la de un hogar. Entonces, los nudos en la garganta, las caras empapadas en lágrimas y los estómagos golpeados por el eco del hambre sustituyen a los fusiles y los bombardeos.
Y sobre esa agonía, ¿quién no ha oído hablar de ella?, crece el presidio del silencio. La protagonista es prisionera de su mutismo y, tiempo después, con la mejor letra posible, narra a su hijo el cómo y el porqué del desmembramiento familiar. Porque al final, el dolor más terrible lo encontró al cerrar la puerta de su propia casa.
Novela breve y bella en la que los problemas familiares sobrepasan a los relacionados con el conflicto
hace 9 años
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