Desde niño, Ignacio Aldecoa nunca dejó de soñar con el mar. Para él representaba la libertad, y ésta, en sus propias palabras, era «tener un lugar en el sol», porque la libertad es el estado natural del escritor. En alta mar, las fuerzas naturales se oponen a los hombres con extrema crudeza. Esa realidad aparece retratada en esta novela ya clásica de nuestra literatura, a veces triste y siempre auténtica, en la que se dignifica la miseria de un oficio duro y peligroso.
Aldecoa escribió Gran Sol después de compartir la intensa experiencia de la pesca de altura con los marineros del Cantábrico. Testigo del sacrificio y la pobreza, consigue acercar al lector con singular talento su día a día, sus conflictos laborales, sus dificultades y sus conversaciones cotidianas, sin perder nunca de vista la constante amenaza de la fatalidad. El íntimo vínculo entre los pescadores y la naturaleza queda al descubierto por medio de un lenguaje luminoso y colorista de una maestría indiscutible.