El universo del campo de concentración visto a través de la atónita mirada de un niño, la guerra vivida por adolescentes, el arduo o imposible retorno a lo cotidiano en la Rumania de la posguerra y de la dictadura, las heridas incurables impresas para siempre en la memoria: ése es el horizonte existencial de estos relatos de Norman Manea. Si la persecución a la etnia judía, la lucha por la supervivencia, el conflicto incesante, la pérdida del sentido de las cosas y de la humanidad lanzan a los protagonistas a un exilio espiritual, del caos puede surgir a veces la redención gracias a un pequeño destello de esperanza, a un valiente gesto de desafío, a momentos de epifanía poética. Así, por ejemplo, en el relato que da título a esta recopilación, el rito diario de tomar un aguachirle, a modo de té, en el que participa toda una familia en un campo de concentración, ilumina la escena del regreso del Horror a quizás otro horror, en un instante proustiano que nunca se borrará del recuerdo.