Resumen

Premio ojo crítico de narrativa 2009. El idioma puesto al servicio del misterio de vivir. Clara y Clarita, madre e hija, cambian su residencia en el campo por un piso en la gran ciudad, donde esperan el regreso del padre de familia. Atendidas por un silencioso portero, una sensual criada y un asistente extremadamente locuaz, lo que tendría que ser una tranquila espera se va llenando de anomalías y percances, que acaban provocando un estado de paranoia colectiva. ¿Quién detenta el poder? Clara madre impone su rango de señora, su hija apela a la imaginación, y la servidumbre oculta información que sabe esencial. Sus relaciones avanzan incautamente hacia un desenlace escabroso y fatal. Intensa como un drama de Beckett, dura como las mejores historias de William Faulkner, esta novela atemporal y deslocalizada, insólitamente aterradora y, al mismo tiempo, sutil, nos devuelve el goce de la narrativa pura, del personaje complejo y del idioma puesto al servicio del misterio de vivir.

1 Críticas de los lectores

Un puñado de personajes: Claramadre y Clarita, un portero mudo, Ichvoltz el apuesto agente inmobiliario y una mucama, dentro de una hogar al cual se acaban de mudar las primeras, le permiten al segoviano Alberto Olmos pergeñar una historia que bascula entre lo real y lo fantástico, jugando con el arte de la sugerencia, de los silencios, de los sobreentendidos, mostrando la especial relación entre esa madre entregada a la lectura y poco cariñosa con su madre y esa niña pizpireta y parlanchina que encuentra en Jesualdo, el portero sordo, un perfecto oyente en quien volcar sus desazones y sentimientos. La madre y la hija esperan la llegada del marido-padre, el cual no acaba de llegar y esa espera desespera a la pareja, desquicia sus actos, las crispa, engrandecido todo ello con hechos extraños, fantasmagóricos que llevan a Claramadre a la desesperación. Un hábitat de cuatro paredes y mucho espacio, la típica casa fantasmagórica donde uno no sabe bien cuantas habitaciones la componen, cuantos recovecos y túneles subterráneos la surcan, en una ciudad de un país que no se nombra, salvo algunos detalles sin importancia, como los cambios de gobierno, la agitada situación del barrio en el que viven, que contribuyen a cimentar ese estado de pesadilla y alucinación en el que se mueven los personajes por obra de la vigorosa de Olmos, que pergeña una historia de buenas hechuras, con diálogos concisos, que buscan la sucintez sobre la expansión verborreica, con un logrado clima de asfixia y desazón humana, para una vez leído el final, comenzar de nuevo con la primera página en esta historia circular. Me ha gustado El estatus y también Tatami, ahora tengo El talento de los otros en la mesilla para seguir un rato más con Olmos. Para quienes gusten de fechas y anécdotas, indicar que El estatus lo escribió Olmos antes que Tatami aunque se publicara después.

hace 9 años