No habrá ningún lugar donde esconderse. Nadie podrá escapar al arma más letal que se haya podido concebir en los laboratorios que trabajan para la industria bélica. Una creación de la ciencia genética, el más infalible elemento que provoca la muerte y la destrucción de la raza humana: el virus Cobra. Mucho más eficaz que el Ébola y espantosamente más desvastador que una guerra nuclear. La mayor parte de los países niegan tener algo que ver con esta cuestión inherente a la guerra bacteriológica, sin ambargo hay algunos que se han dedicado a este terrible aspecto del desarrollo de armas portadoras del horror. En esta novela, Richard Preston advierte sobre el esquema supuesto de que Cobra está en manos inadecuadas y habrá que impedir por todos los medios su utilización o tratar de prepararse para lo que podría suceder. Es una suposición y, a la vez, una advertencia.