No es ningún héroe de su tiempo el joven Traugott von Yassilkovski. Vive la Segunda Guerra Mundial no en el frente, sino en el bar de Charley, de Berlín, un estrafalario mundo a medias, repleto de hombres de buen vivir, en el que el nacionalsocialismo interesa menos que el siguiente flirteo o la colocación correcta del nudo de la corbata. La guerra, en un inicio, se revela sólo como una lamentable restricción de las circunstancias materiales. Pero tampoco Traugott se ve alcanzado por los disturbios de la época cuando lo envían a Stalingrado.