Lo he vuelto a intentar con Vila-Matas, juro que armado con las mejores intenciones, y he terminado abrumado por el desencanto. He tenido la impresión de que el autor haya acudido a su despensa de elementos literarios para extraer un conjunto que no encaja ni aplicándoles el potro de tortura. Los personajes más que impostados me han parecido electrocutados, la mayoría de las claves ridículas y nunca justificadas (el budismo de la esposa me ha llegado a ruborizar), algunos pasajes y diálogos han rozado el surrealismo por no decir directamente el patetismo, y la supuesta erudición de tanta cita (¿cuántas frases de escritores habrá evocado Riba a lo largo de su desvarío?) consiguen inyectar las dosis necesarias de ranciedad como para finalmente archivar la novela en el baúl de las obras infumables. Dejo para el final la preparación y desarrollo del viaje a Dublín que merece un lugar preferente en los sótanos de lo más deleznable de la literatura contemporánea.
hace 7 años