Isaías era un niño feliz. Vivía en una pequeña aldea junto a su familia, iba a la escuela, disfrutaba viendo jugar a su hermano pequeño y se dedicaba a buscar tesoros en un apeadero semiderruido junto a su mejor amiga. Décadas después, vive en Barcelona junto a su pareja y trabaja como restaurador de bicicletas. Cada noche, se esconde en su taller para ahuyentar a las decenas de fantasmas que le acosan en forma de terribles pesadillas y no le dejan dormir. La llegada a Barcelona de Emmanuel, un antiguo conocido, le lleva de vuelta a Uganda para participar en una conferencia sobre la reconciliación de su país. Su regreso le obligará a enfrentarse al niño que fue y a perdonarse a sí mismo para no perder a la mujer que ama. “Antes de los años terribles”, la última novela de Víctor del Árbol está ambientada en Uganda. Un país en el que en los años noventa, el Ejército de Resistencia del Señor (LRA), liderado por Joseph Kony, arrasaba aldeas y secuestraba niños para obligarlos a luchar junto a él y acabar con las tradiciones ancestrales del continente africano. Pretendía derrotar al gobierno ugandés y establecer una república basada en los diez mandamientos de la Biblia. Isaías fue uno de esos niños; de un día para otro su vida se convirtió en un infierno de torturas y abusos en el que la única opción era matar o morir. Pero había una gran diferencia entre él y sus compañeros: consiguieron su obediencia, pero no su devoción. A lo largo del libro, el autor nos desvela las vivencias del niño soldado: sus miedos, sus anhelos, la gente a la que asesinó y las difíciles decisiones que tuvo que tomar para sobrevivir. A su regreso, ya como adulto, debe enfrentarse a los monstruos y fantasmas que dejó en la frontera aguardando su regreso. Es el primer libro que he leído de Víctor del Árbol y me ha sorprendido su capacidad de narrar hechos tan trágicos con total objetividad, dejando que seas tú quien se ponga en la piel del protagonista y entiendas lo que siente antes de juzgarle. La historia está llena de lirismo. Tanto en las descripciones de las aldeas o selvas como en los personajes. Consigue transportarte al lugar y que sientas en propia piel la inocencia, el dolor y la maldad que se conjugan una y otra vez en esta historia tan terrible como alentadora. Un libro homenaje a todos aquellos niños que se convirtieron en máquinas de matar a manos de hombres despiadados que únicamente buscaban su lucro personal. También a los albinos africanos que siguen siendo perseguidos por dinero, estúpidas tradiciones y miedos ancestrales. “Puedo perdonar, pero no olvidar, es solo otra forma de decir, No puedo perdonar”. Henry Ward Beecher. (Ana García, 17 de junio de 2019)
hace 5 años