Aunque en esta colección de relatos se alude expresamente a lo femenino, y en las primeras páginas la propia Ginzburg dilucida en torno a las mujeres y su «mala costumbre de caer en un pozo de vez en cuando, de dejarse embargar por una terrible melancolía», tengo la sensación de que reducir estos relatos a una suerte de proclama feminista es un reduccionismo erróneo. Es bastante más. Son ocho relatos que siguen al texto inicial que da título al volumen, y cada uno de ellos sirve como una suerte de mirador hacia el ser humano en toda su complejidad, fundamentalmente el femenino, pero también el familiar y el afectivo. La prosa de la autora, límpida, sencilla pero elegante, se ajusta milimétricamente a la descripción de los sentimientos —que cobran preponderancia frente a las acciones— y crea breves retazos de vida, de seres muchas veces débiles y mezquinos, pero siempre humanos. Como corresponde a toda recopilación de relatos, los altibajos son inevitables, pero en conjunto el volumen raya a gran altura. (Carlos Cruz, 6 de marzo de 2017)
hace 7 años