Emilia tiene un trabajo que le gusta, un marido ideal, dos hijos encantadores, una casa en las afueras y una vida con objetivos, amistades, actividades y diversiones. La vida normal de una persona normal que, el día menos pensado, se revela como frágil y quebradiza. Esta normalidad a la fuerza es a la que Emilia se ha entregado voluntariamente para suprimir el recuerdo de aquella agresión, hace ya años; para negar la herida y el daño y construir una realidad en la que ella no sea una víctima. Pero para que caiga una mentira solo hace falta un instante de verdad: un breve momento de pánico en una noche cualquiera hace que el dolor brote de nuevo y tome posesión de su vida.