En El pajarito blanco, dos personajes, un militar solterón y cargado de manías (el narrador, el propio Barrie) y un niño que va creciendo a su lado en los jardines Kensington (George Lewellyn Davies) y que lo adopta como padre para la vida de la imaginación, encarnan todos los fantasmas de Barrie. El dolor por un gran amor perdido; la negación de la vida adulta y la aparición de la magia: Peter Pan, el niño que voló desde su habitación porque no había olvidado aún su vida anterior de pájaro; el nuevo amor hacia una madre llena de generosidad y talento, y, sobre todo, la fascinación por el mundo vital y puro de los niños. El pajarito blanco es como un tapiz delicado pero atrevido, lleno de humor y dolor, y de una sensibilidad tan extrema que produce un inquietante desasosiego.