A diferencia de otras obras de Murakami donde predomina la alternancia entre dos mundos, aquí hallamos una trifurcación: dos de los ambientes presentados giran en torno a una figura femenina, mientras que el tercero se centra en la visión masculina de la contienda nipona-mongola bajo la tutela de los rusos. Destaca, por un lado, la presencia casi opresiva, de signo totalmente opuesto a lo que hallamos, por ejemplo, en Marguerite Duras, de ese hermano de tendencias incestuosas y que rapta a la esposa del protagonista. Y, por otro, la figura de May que casi parece la encarnación del lado más liberal e inhibido del protagonista, aunque el peso de lo esperado acaba por reprimir su energía y canalizar su perspectiva. El punto de vista masculino predomina en la representación de las atrocidades de la guerra: la tortura explicada sin escatimar detalles del compañero de otra de las voces del libro que, al igual que el protagonista, no puede superar la influencia del pozo. Como en Kafka en la orilla o El fin del mundo o un despiadado país de las maravillas, ambos del mismo Murakami, penetrar en un mundo distinto al que se supone real acarrea una pérdida, aunque el sujeto consigue conocimiento a través de ese ejercicio.
hace 4 años
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