Con esta primera entrega, la muerte del comendador nos presenta a un retratista de cierto prestigio que, con motivo de una ruptura amorosa, se traslada al norte de Japón, instalándose en una pequeña casa en el medio del bosque, que pertenecía en otros tiempos a un pintor famoso.
En una habitación de esta casa vacía, lo espera un cuadro, llamado (claro está) “la muerte del comendador”, y en cuanto comienza a conectar con el, se empieza a tejer una trama donde interviene un misterioso hombre, una tímida adolescente y un mundo muy extraño.
En esta novela se combina lo real y lo fantástico, lo tangible y lo imaginable, y se tratan temas diversos: el arte, el sexo, el amor, la intriga, la música… sin embargo creo que pasan y pasan las páginas y, al final, el libro no te dice ni te resuelve nada. No voy a decir que es una perdida de tiempo su lectura, porque los capítulos te enganchan y te dan ganas de seguir leyendo, pero es muy largo para poco (y quizás, reiterado) contenido. Utiliza un tono pausado, y un ritmo muy lento. Puede describir durante varias páginas el modo en que el protagonista se arma un café, o la conversación que tiene con un visitante sospechoso.
Voy a ser sincera y a darle el beneficio de la duda: no leí la segunda parte. Esto es porque la primera no me engancho lo suficiente, y hay otros libros que me llaman mucho más la atención. Pero quizás el que la haya leído pueda disentir con la reseña.
Cusi cusa…
hace 3 años
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