Por allí leí que este libro solo se puede disfrutar plenamente en inglés. ¡Qué atrevimiento! Ni los propios dublineses podrían entenderlo. Por eso se tardaron tanto en traducirlo a otros idiomas. Salió completo en 1922 (lo publicó por entregas semanales durante algo así como 6 años), pero se tradujo al español hasta 1945.
Me tomó dos meses dos días leer el libro, apartando tiempo, y buscando silencio para poder enfrentarlo. Siempre había leído comentarios, breves, no reseñas; que era un libro difícil, repleto de galimatías ininteligibles, en argot dublinés, lo cual metía un poco de miedo. Pero atraía leer un libro sobre el cual una de las cosas que lo afamaban era que toda la trama sucede en un día.
Nada más, solo esas advertencias y motivaciones, nada más.
A la hora de agarrar el libro, después de 20 años de haberlo comprado (luego lo vendí por una suma módica ya que lo encontré en versión digital, lo que me facilitó todo el mundo ya que es mucho más fácil hacer comentarios, copiar frases dignas, buscar información o sitios en internet); después de las primeras dos páginas, estaba, sinceramente perdido, no miento, y empezó mi enfado, estaba realmente enojado. Luego de dos meses y medio y no sé cuántas páginas, quizá unas 700, sin contar las 200 o más páginas de notas de pie (no sé con exactitud porque el número de páginas varía según lo lea en la laptop o la tablet), me sentí feliz de haber afrontado cara a cara este reto, leyendo dos veces cada capítulo, repasando esas frases confusas, esos neologismos, esa narrativa con violentos quiebres, que cambia de persona gramatical, que cambia de tema, que confunde datos adrede, etc. Fue como cruzar el Atlántico a pura brazada.
Joyce describe lo que lo motivó a embarcarse en semejante empresa en el propio libro en palabras de uno de sus tantos personajes: “Falta escribir la gran obra irlandesa”. James fue un erudito, un lector compulsivo y muy organizado para archivar los datos.
Él se propuso hacer esa magna obra y lo logró, y quiso ser, muy de acorde a su época, totalmente vanguardista, revolucionario, desechar todo lo que se conocía hasta entonces en estilos literarios, y reinventarlos. En todos los libros cumbres de la literatura universal, escogió la Odisea, para motivarse con el reto, para guiarse, pero también, más que todo, según mi opinión, para demostrar que él podía llegar a ser tan grande y tan eterno como Homero.
La obra tiene partes que son un desperdicio, intolerables, pero no opacan el esfuerzo titánico de Joyce, y tampoco se puede dejar nunca de lado que él delineo cada milímetro de su kilométrica obra y hasta esa absurdidad estuvo perfectamente planeada, en su lugar, donde el lo pensó, lo propuso y lo cumplió.
La obra está repleta de cultismo: datos históricos, personajes históricos, hechos históricos, de religión, ciencia, geografía, viajes, etc. Y cada tema lo toca con precisión.
Los temas principales (aunque se desvanecen por la depravación clara y alocada en el antepenúltimo y último capítulos), son Irlanda, su historia, sus héroes, mitos, leyendas, ridículas creencias populares, arte culinario, política, luchas, guerras, el argot callejero del dublines, sus costumbres, cualidades y grandes defectos. Todo es Dublín, un poco de Irlanda, pero todo es Dublín.
Una cosa plausible es que se propuso utilizar diferentes estilos hasta llegar a lo exagerado: actas de sesión masónica, artículos periodísticos, documentos históricos, homilías, pero relatando en cada uno de esos los hechos concretos de la trama que está desarrollando, una trama sin trama, la verdad, no construyó una historia, no le importó, es más, lo hizo a propósito; no hay tensión, desenlace, nada, solo relato con esos estilos, el viaje de un día ordinario de Leopoldo Bloom en sus actividades normales y un poco las de Stepehn Dedalus, y en ello, el encuentro con diferentes personas. Llama mucho la atención el capítulo dedicado a diferentes dublineses, uno por uno, en su actividad y coincidencias, encuentros, durante una hora y mientras el Virrey da su paseo ordinario vespertino por la ciudad para saludar a sus súbditos. Es genial.
Hay tanto que hablar sobre este libro que bien ocuparía tomos completos: canciones, obras de teatro, poemas, así como también su irreligiosidad, su burla a las creencias cristianas y judías, y eso que él era judío y estudió con los jesuitas.
Tiene particular interés por Shakespeare y la teosofía.
Se destaca también las direcciones de los negocios (montones) de Dublín, y las noticias de los periódicos.
La combinación de palabras de forma antojadiza y lo peor, reinventarlas descomponiéndolas y uniéndolas con otras en una misma frase. Eso en un pricipio parece ridículo, después entiende uno que es parte de esa genialidad tan brillante que puede saber a locura.
Joyce te tira despiadado en la línea del tren a ver cómo te salvás por tus propios medios, te hala, te estira, te regresa al lugar donde debías continuar, busca que te tropecés, te caigás, te quedés perdido, pero en sus pequeños momentos de magnanimidad, te regresa, pero el extravío no ha sido en vano, te ha llenado de imágenes, datos, cosas y más cosas. Cuando te pasa el susto o la rabia, ves que traés una maleta llena de cosas nuevas.
Me parece poco relevante, podría perfectamente no saberse, que a cada capítulo trata de una parte del cuerpo, una rama del quehacer humano, un color, etc., es parte de sus excentricidades, y no parece respetarlo el mismo.
Finalmente, decir que esa obra es un absurdo endiosada injustamente, no permite ver todo el despliegue de cultura, rebeldía, el esfuerzo, la creatividad de su autor. No puede bajársele del pedestal de ser una de las mejores obras de toda la historia.
hace 4 años
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