Shep Knacker no cumplió el sueño de su padre y no fue a la universidad, pero con su talento para los trabajos manuales, para la «chapuza» montó una exitosa empresa de servicios, una superlampistería. Y ha disfrutado con su trabajo, pero desde la adolescencia sueña con retirarse todavía joven a un paraíso tercermundista, donde sus dólares valdrán mucho más y le durarán para siempre, y disfrutará de unas lentas vacaciones sin final, como las de su infancia. Shep ya tiene el capital necesario para hacer real su sueño: hace pocos años vendió su empresa por un millón de dólares a uno de sus empleados. Ha seguido trabajando para él, pero lo que iban a ser dos o tres meses de permanencia en la empresa por razones fiscales, se han ido prolongando porque Glynis, su esposa, a quien él suponía comprometida con su proyecto, ha ido demorando la partida. Lionel Shriver nos ofrece una historia de esplendor y miserias de la clase media-baja americana, escrita con un notable despliegue de talento y ferocidad, una novela que navega entre la observación despiadada e irónica de los usos amorosos, laborales y económicos contemporáneos y una negra comicidad. Porque aquí su mirada afilada no ilumina los vericuetos de la maternidad y el mal, como en Tenemos que hablar de Kevin, sino los del dinero, el Estado, la familia, la medicina y la enfermedad, y también, claro está, las peculiaridades de «el sueño americano».