Segundo libro de la saga épica Sajones, vikingos y Normandos, aunque se puede leer de forma independiente al ser autoconclusivo (aun que ayuda haber leído el anterior) Como en el primero de la saga se nota la gran labor de documentación, con muchos personajes reales: Alfredo el Grande, Guthrum, Etelmondo, Edmundo... y, como no podía ser de otra forma, con hechos reales. Dos de los protagonistas principales de este libro, Uhtred y Svein son personajes ficticios, pero totalmente necesarios para llenar de contenido y conducirnos a través de los hechos reales. Con una prosa muy elegante, la historia contiene unas maravillosas descripciones, del paisaje, de las ciudades, de la cultura del siglo IX, de la forma de vida y sobre todo de las batallas. Las escaramuzas entre los ejércitos y los ataques de los barcos, normandos o sajones están perfectamente explicados, pero la batalla de Ethandum está descrita de una forma tan magistral, que parece que estás participando en ella. En este segundo libro, se incluyen algunas referencias al mítico rey Arturo y sus leyendas áuricas. Quizás Iseult, compañera britana de Uhtred en esta novela, con sus poderes de predecir el futuro y su capacidad de hacer curaciones extremas, encajaría más en una novela áuricas que en está novela histórica. Un hecho que me ha llamado mucho la atención, es la poca personalidad que el autor atribuye al rey Alfredo, lo dibuja como una persona extremadamente católica que todo lo deja a las manos de Dios y de sus representantes en esta mundo, los obispos y los curas. Es cierto que cometió el error de creer que los normandos respetarían las treguas, y no solo una vez, pero también es cierto que en cuatro meses y de la nada, consiguió rearmar un ejercito y, con un poco de suerte, vencer en la batalla de Ethandum, por lo qu algo de caracter seguramente tendría. Además, no olvidemos, que de todos los reyes ingleses, él es el único que lleva el epíteto “el grande”. En definitiva una novela que entretiene desde la primera página y que consigue de una forma magistral, mantener el pulso narrativo sin alterar excesivamente los hechos históricos.
hace 3 años