David Lodge es un autor que siempre me deja con buen sabor de boca. Sus novelas no son espectaculares pero tienen un algo, me caen muy simpáticas. Al principio la novela transmite todas las sensaciones de irse de viaje realmente; pasar todos lo engorrosos trámites de los aeropuertos; las largas y tediosas horas que se pasan de espera; encontrarse una y otra vez con los mismos desconocidos (se convierten en desconocidos reconocibles) y relacionarse con ellos; el cansancio del viaje y finalmente, la sensación que domina a todas; muchas ganas de llegar al destino final. Ya en Hawai, la trama se centra en el protagonista, un ex sacerdote que vivirá nuevas experiencias, con apariciones esporádicas de los compañeros del viaje en avión. Estos secundarios son lo mejor del libro. También es interesante la reflexión sobre los distintos significados de la palabra paraíso; el religioso, el turístico y el de verdad.
hace 10 años