Sacerdote derechista, reconocido crítico literario, ignorado poeta, Sebastián Urrutia Lacroix se encuentra tendido en la cama una noche que parece ser su última en este mundo. El sudor, el delirio, la certeza de un final y su dolencia lo aquejan cruelmente. Pero más febril que su enfermedad es el alud de recuerdos, la avalancha incontenible de un pasado fantasmal de halcones adiestrados para cazar palomas, de lecciones de marxismo a un dictador en ciernes, de un artista abandonado a sí mismo en la inanición, de tertulias iluminadoras en una casa sumida en la herrumbre de la tortura.
Interrumpido solamente por el «joven envejecido» de su consciencia, el monólogo de Urrutia se alza por encima de los muros de una ciudad hundida en el toque de queda.